viernes, 17 de mayo de 2013

Decisiones: Aprendiendo a Tomar Buenas Decisiones

A caminar se aprende caminando, a nadar se aprende nadando. Pero a tomar buenas decisiones no se aprende sólo tomando decisiones, es necesario franquear por un proceso de adiestramiento.


Se aprende a decidir en el momento en que se interiorizan ciertos principios básicos. Algunos de estos principios pueden ser muy elementales, pero son aquellas cosas obvias las que muchas veces no se toman en cuenta y nos llevan a tomar decisiones ineficientes.

Nuestras vidas y las organizaciones de las que formamos parte, dependen de dos factores: las decisiones que tomamos y el entorno externo. El entorno externo son todas aquellas situaciones que nos rodean y que no podemos controlar; es decir, que no tenemos manera de influir en ellas.

Algo distinto sucede con esas otras situaciones que nos acompañan en la vida y sobre las que sí tenemos posibilidades de influir. Sobre algunas poseemos control total y en otras solamente podemos influir en cierto grado. Influimos sobre esas situaciones mediante las decisiones que tomemos. Por eso, lo que será nuestra vida en el futuro depende de las decisiones que tomemos a lo largo del tiempo.

Se puede decir que nuestra historia personal, es decir nuestra vida, es la historia de las decisiones que hemos tomado hasta el momento y que nuestro futuro lo formamos a través de las decisiones que tomamos día a día. De ahí la importancia de la toma de decisiones, ya que cada quien es lo que decide ser.

De hecho, tomar decisiones es la actividad más importante que realizamos las personas todos los días. En las empresas, la toma de decisiones es el acto directivo fundamental.

La toma de decisiones está tan ligada a nuestra vida que no podemos prescindir de ella. Y no nos podemos abstener de hacerla, porque decidir no tomar una decisión implica de por sí tomar una decisión.

Lo que sí podemos decidir es si lo que queremos tomar nosotros o si preferimos que otros lo hagan por nosotros. En ese caso estamos decidiendo poner el control de nuestra vida en manos de terceros. Por eso, no podemos renunciar a decidir, porque haciéndolo nos convertimos en espectadores en vez de protagonistas de nuestra existencia.

Toda decisión siempre va ligada a la posibilidad de cometer errores. Hay personas que tienden a no tomar decisiones porque tienen miedo a equivocarse y, entonces, dejan que las situaciones decidan por ellas, abandonando todo tipo de control sobre su vida, como si fueran un barco a la deriva mecido por las corrientes del mar. Este tipo de personas, que se niegan a la posibilidad de fracasar paradójicamente acaban fracasando, por no decidir no tienen la posibilidad de salir al encuentro del éxito. Renunciando a la posibilidad de fracasar, están renunciando también a la posibilidad de triunfar.

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